Las declaraciones del presidente, que celebró los bombardeos contra Irán y se alineó con Israel y EE.UU., generaron un pedido de juicio político por parte del diputado Eduardo Toniolli.
En plena escalada bélica entre Israel e Irán, la política exterior del gobierno de Javier Milei generó una fuerte preocupación a nivel nacional e internacional. El presidente argentino afirmó públicamente que «Irán es un enemigo de Argentina» y expresó su «apoyo incondicional» a Israel y Estados Unidos, justo cuando ambos países emprendieron ataques militares contra territorio iraní. La declaración fue inmediatamente celebrada por el canciller israelí, quien incluso utilizó la frase «¡Viva la libertad, carajo!» —pronunciada por Milei— para justificar el bombardeo de una prisión en Teherán. Lejos de moderar su posición, el mandatario reafirmó su alineamiento personal con BenjaminNetanyahu y volvió a elogiar la ofensiva israelí, incluso compartiendo mensajes de apoyo de empresarios y funcionarios que celebran los ataques como una defensa de «la civilización occidental».
Esta postura no solo contradice la histórica tradición argentina de no intervenir en conflictos armados internacionales, sino que además abre la puerta a serias consecuencias para la seguridad del país. La acusación explícita contra Irán —país con el cual Argentina no está formalmente en guerra— puede interpretarse como una provocación directa, en un momento de máxima tensión global tras los bombardeos estadounidenses a instalaciones nucleares iraníes. El propio gobierno israelí utilizó expresiones del presidente argentino como herramienta discursiva para justificar sus ataques, involucrando indirectamente al país en el conflicto sin ningún tipo de consenso parlamentario ni consulta previa.
La reacción institucional no tardó en llegar. Un sector del Congreso presentó un pedido formal de juicio político contra Milei por violar el marco constitucional que impide al Poder Ejecutivo comprometer al país en conflictos bélicos sin la autorización del Legislativo. El planteo advierte sobre el riesgo de que estas declaraciones puedan ser interpretadas como una declaración de guerra por parte de actores beligerantes, con consecuencias impredecibles. No se trata solamente de una discusión legal o parlamentaria: el trasfondo es la exposición internacional a la que Milei está sometiendo a la Argentina en nombre de una política exterior personalista, ideológica y desanclada de las prioridades nacionales.
La visita reciente del presidente a Israel, en la que rezó junto al primer ministro Netanyahu, recibió premios honoríficos y firmó acuerdos bilaterales, fue el primer capítulo de este alineamiento total que ahora se radicaliza en el peor momento. Mientras el conflicto en Medio Oriente deja cientos de víctimas civiles, y la comunidad internacional llama a la contención diplomática, el gobierno argentino se alinea sin matices con una de las partes beligerantes. El problema ya no es una política exterior poco profesional, sino una amenaza concreta a la soberanía, la estabilidad regional y la seguridad de millones de argentinos.